miércoles, 28 de octubre de 2015

Adolescentes - Los Padres "Perfectos"

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LOS PADRES “PERFECTOS”

“Exigir a los progenitores, para respetarlos, que estén libres de defectos y que sean la perfección de la humanidad es soberbia e injusticia”
                                                                                  Silvio Pellico

Es importante en el desarrollo del adolescente, el descubrir que sus padres realmente no son perfectos, que también se equivocan, y esto los lleva a tener un concepto diferente del que traían desde su infancia. Este descubrimiento no es más que conocer la realidad, y su reacción suele ser ambivalente, ya que no es fácil abandonar las ideas infantiles, y ver a los padres como personas normales.



Ante las preocupaciones corrientes, los temores, las dudas y la falta de confianza, que caracterizan el periodo de desarrollo de la adolescencia, ofrece mucha seguridad psicológica el tener padres bastante fuertes para proteger al muchacho de cualquier amenaza. Los adolescentes tienden a perpetuar el mito infantil de la perfección materna, pese a que la realidad lo contradigan. Al mismo tiempo, se resienten por esta impotencia psicológica, porque amenaza su propia necesidad de mayor independencia. Si un padre parece abrumadoramente poderoso, triunfante y siempre dueño de la razón, el adolescente puede desarrollar un sentimiento de inutilidad e incapacidad para alcanzar una posición aceptable de adulto.

Además, los jóvenes siempre están conscientes de sus deficiencias y sus temores acerca de sí mismos y, por eso, se sienten muy bien con el mito del “padre perfecto”. A veces los padres pueden ser buenos en determinadas áreas, pero a veces también algunos adolescentes tratan de bajarlos de su pedestal, los critican, los atacan, les señalan sus faltas y defectos, a fin de establecer y reforzar el hecho de que son humanamente imperfectos.

A veces los padres se envanecen con las idealizaciones que hacen de ellos los hijos. Pero esa apreciación puede cambiar abruptamente y, entonces no es menos agradable y amenazante que lo vean como anticuado, intolerante, ignorante, insensible y generalmente incompetente. La reacción de algunos padres a la crítica de los hijos es mostrarse más poderosos, más conocedores de todo, más llenos de razón que nunca, y se resisten si sus hijos no reconocen y aprecian su "perfección".

"Una madre cuenta una contrariedad que tuvo una tarde con su hijo, cuando se arreglaba para ir a su colegio. Ella sentía que estaba atractiva, pero cuando su hijo adolescente la vio, le dijo: - No te irás  a aparecer así al colegio, ¿verdad? -Dime, ¿qué es lo que no te gusta? - respondió la madre. - Podrías vestirte un poco mejor, como cuando sales con papá. - Y ella dijo: ! Qué bobada ! Es una reunión informal por la tarde, no una fiesta de gala. - Ah ¿sí?, ¿Con 10 Kilos de sobrepeso?. Hasta entonces el muchacho jamás había hecho ninguna alusión a la gordura de su mamá, pero el día de reunión de padres de familia se fijó en la apariencia de su madre, y en cómo la verían sus amigos”.

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Ningún padre está libre de algún sarcasmo de su hijo adolescente, a quien cree haber prodigado atención, dinero y amor. Gran cantidad de comentarios que los adolescentes hacen a sus padres producen dolor y desconcierto. Por ejemplo: "No te creas tan importante, los padres de mis amigos ganan el doble que tú"; "Tú no lo sabes todo"; "Mamá, tienes que darte cuenta de que eres anticuada”; “Los tiempos cambian". Los padres no creen merecer esos comentarios, pero olvidan que cuando tenían esa edad, probablemente decían cosas parecidas a sus padres.

Los padres que devuelven los "golpes verbales" a los hijos adolescentes, terminan ridiculizándose mutuamente, y esto para nada aprovecha. Se requiere de dominio propio para no dejarse llevar por el impulso de responder con expresiones parecidas; lo importante es comprender que todo esto es una manifestación de los cambios psicoorgánicos que están viviendo los adolescentes. Además, es importante reconocer que como padres también se equivocan, y que no siempre tienen la razón. No puede haber una solución satisfactoria, mientras las percepciones de uno y otro estén distorsionadas. Alguno tiene que conservar el contacto con la realidad y, en este punto, los padres están en mejores condiciones para asumir esta responsabilidad.
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Por
Edgardo Buelvas Arrieta
Terapista de Familia

Tomado del Manual Teoterapia para Padres
La Adolescencia

martes, 27 de octubre de 2015

Resilientes - La Adversidad

LA ADVERSIDAD

“… quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren”
                                               2 Corintios 1:4

Seguramente, en algún momento hemos experimentado algún tipo de dificultad, es posible que en estos momentos la estemos atravesando.  Las dificultades más sentidas son las que tienen que ver con los conflictos familiares, las más comunes las de tipo financiero. Algunas son más soportables que otras, otras no duran mucho, la adversidad puede venir multiplicada es decir varías pruebas a la vez, pero no cabe duda que cualquier adversidad es soportable si la familia esta unidad y luchan de la mano para salir de los conflictos. De lo contrario un problema pequeño puede resultar destructivo para la persona que lo experimenta si a la par experimenta soledad y desprotección.

La adversidad tiene que ver entonces con aflicción, oposición, presión, corrección, angustia, prueba o tribulación. Hay algo interesante que sucede cuando enfrentamos una adversidad y es que manifestamos lo que en realidad somos. No debemos hacerle el quite a la adversidad, para que muestre nuestras verdaderas debilidades. Hay una historia que quiero contarles y que quizás algunos conozcan, se llama la oruga en apuros:

La oruga en apuros

Un día, caminando por el jardín de su casa, un niño se encontró una extraña oruga inmóvil, cubierta por hilos de seda. Tras algún tiempo de observación, descubrió que poco a poco la oruga iba construyendo un capullo a su alrededor.

Con curiosidad e impaciencia fue a preguntarle a su abuelo qué estaba pasando con aquella oruga. El abuelo le explicó que la oruga estaba pasando por un proceso de transformación para convertirse en mariposa. El niño quedó tan fascinado con esta historia que en adelante pasó dos o tres veces al día a mirar aquel capullo tratando de capturar el momento en que la mariposa se liberara.

Pasaron varios días y el niño comenzó a desesperarse porque la mariposa no salía. Impaciente, fue a preguntar al abuelo por qué la mariposa aún no salía. Su abuelo le dijo: “Debes tener paciencia hijo mío, debemos respetar el tiempo que la vida necesita al abrirse paso”.

El día en que la mariposa empezó a salir del capullo llegó y el niño estaba emocionado. La miró forcejear y sacar poco a poco algunas partes de su frágil y delicado cuerpo durante un buen rato hasta que, llegó un momento, en que su progreso hacia la libertad pareció detenerse. Parecía que había llegado hasta donde podía y que se quedaría así, en esa posición semi-aprisionada.
Ansioso por echarle una mano a la pobre mariposa, el pequeño decidió entonces hacer algo para que consiguiera su libertad. Tomó el capullo delicadamente entre sus manos, corrió a su casa por unas tijeras y, con muchísimo cuidado, hizo unos cortes en el agujero que el animalito había abierto.

De esta manera, el insecto pudo liberarse muy fácilmente, sin esfuerzo. Sin embargo, y para sorpresa de su pequeño salvador, un extraño fenómeno empezó a ocurrir ante sus ojos. La mariposa apareció con el cuerpo hinchado y débil y las alas paralizadas, pequeñas y frágiles.

El niño entonces la protegió cuidadosamente en un lugar seguro y esperó durante horas que el frágil insecto ganara fuerza en su cuerpo y sus alas fueran capaces de desplegarse, grandes y con suficiente capacidad para sostener en el aire volando su grácil cuerpo.

Esperó y esperó, pero el tiempo avanzaba y la condición del animalito permanecía igual: hinchado, débil, anquilosado, arrastrándose, sin poder volar. Sus esfuerzos por revivirla fueron en vano. La mariposa se quedó así para siempre, nunca pudo volar.

La enseñanza de esta historia nos debe conducir a la reflexión, el esfuerzo que hacía la oruga por salir del capullo le permitía irrigar fluido hacía las alas para que éstas pidieran desplegarse y de esta manera poder volar.  El niño queriendo ayudar actúo como en ocasiones nosotros lo hacemos, evitando el esfuerzo y sufrimiento que es necesario experimentar para que, por ejemplo:

Nuestros hijos sean capaces de hacer las cosas por si solos, asimilen el concepto de responsabilidad y así no se vuelvan holgazanes y dependientes de otros. Para que no se inclinen por el lado fácil, prefiriendo mejor pedir, delinquir o robar que trabajar.

Para aprender a ser organizados y austeros cuando nos enfrentamos a un problema financiero, si  enfrentamos la adversidad aprenderemos a establecer prioridades y a manejar un presupuesto.

Y lo más importante, cuando enfrentamos la adversidad adquirimos valentía, destreza, conocimiento, experiencia que nos hará sabios para enseñar a otros evitándoles sufrimiento y dolor innecesarios. Dios buscará la forma de desarrollar el carácter a cada uno en particular.

Por
Edgardo Buelvas Arrieta
Terapista de Familia

miércoles, 21 de octubre de 2015

Adolescencia - Como formar el carácter de un adolescente

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COMO FORMAR EL CARÁCTER DE UN ADOLESCENTE


“La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”
(Proverbios 29:15)


La disciplina en los hijos ha sido y seguirá siendo un tema controvertido, debido a las diferentes posiciones que se tiene sobre cómo aplicar la disciplina.  En mi caso particular, me aferro a lo que el Manual de Vida enseña: “Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas satisfacciones” Proverbios 29:17, pero ¿a qué edad empieza la disciplina? Desde que el niño empieza a resistirse a la instrucción del padre se debe estar preparado para empezar la disciplina.  Para disciplinar se requiere que los padres gocen de una buena salud mental, si no es así, debe buscar ayuda profesional para superar este inconveniente.

La disciplina física

Este es el punto de más controversia. Ya que por la inmadurez de los padres, su mala salud mental y su errada formación imparten una disciplina muy rígida y agresiva o por el contrario permisiva, causando no solo severos daños a la integridad física del hijo sino también a  su estima y valía personal, convirtiéndose así en el primer generador de violencia en el hogar. Los padres que fácilmente son secuestrados emocionalmente, y pierden el control de la situación esperan a que sus hijos le agoten la paciencia para entonces actuar con severidad utilizando la fuerza bruta y de esta manera en vez de trasmitirles respeto y obediencia a sus hijos lo que trasmiten es miedo, odio y rencor.  Así el niño crece con la idea de que sus padres lo odian y se desarrollan con un callado resentimiento hacia la familia y la sociedad misma, que culmina en una conducta antisocial.  La disciplina debe impartirse sobre la base del amor y la tranquilidad. En la disciplina física no debe usarse la mano ni el cinturón (la misma mano que te acaricia no puede ser la que castiga), una vara de poco peso será suficiente y debe darse en la nalga del niño con poca fuerza. El impacto produce un ardor soportable por el niño, entenderá que sus acciones traen consecuencias y su cerebro activará un sistema de protección que le advertirá de no hacerlo en futuras situaciones. Solo se debe aplicar hasta los 3 o 4 años de edad máximo. Insisto, no aplique la disciplina física si usted está preso de la impaciencia o la ira, no espere a que esto ocurra o lo lamentará. Existen otros métodos que no involucran el castigo físico, como la silla de pensar, privación de privilegios, penitencias, la distracción. La mayoría de ellas con efecto positivo luego de los 3 o 4 años de edad, que es cuando el niño puede establecer asociaciones complejas relacionadas con la disciplina.

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Antes de esta edad las asociaciones son más intuitivas y sensoriales, por ejemplo los bebes que gatean empiezan a movilizarse por todos los lados de la casa, cuando se acercan a las escaleras los padres corren a protegerlo, en un leve descuido puede volcarse y lastimarse, de ahí en adelante establecerá la asociación de que el intentar bajar las escaleras producirá daño y dolor y evitará hacerlo. ¿Debemos esperar que esto suceda? ¿O cómo hacerle frente a la acción de los niños de levantar la mano contra sus padres cuando intenta tomar algo y ellos se lo esconden?   En el primer caso podemos distraerlo o colocar una reja que impida el paso, pero nunca sabrá que es peligroso acercarse ahí.  Igual con el fuego o la toma de corriente, las cosas de vidrio o de valor.  En el segundo, podemos dejarnos golpear, darle lo que quiere o distraerlo con otra cosa menos peligrosa.  Es ahí cuando un leve golpe controlado, en el primer caso, ayudará a que la asociación sé de sin la experiencia del dolor agudo que lastima, ocasionado por el golpe, o la quemadura u otros accidentes. Y en el segundo, evitará trasladar la disciplina más rígida a la edad de los berrinches y las pataletas, y que dejan ver mal al padre delante de extraños y conocidos.  Por otro lado se establece una asociación mucho más importante y es la del vínculo de respeto basado en la protección del padre al hijo. Una vez pueden establecer asociaciones más complejas descubrirá que parte del amor del padre es protegerlo y así cada vez que le dé una instrucción la traducirá como un “te quiero proteger porque te amo”, obedecerá con recelo producto de su enojo, pero una conversación en su cuarto explicándole el porqué de las decisiones terminará en un abrazo de comprensión que afirmará los demás valores: amor, respeto, admiración de un padre a un hijo. Me arriesgo con esto a recibir críticas por parte de mis lectores, pero quiero decirles que he revisado literatura y artículos que hablan sobre los efectos negativos del castigo físico pero todos están referidos a aquellos que se imparten con agresividad y severidad de lo cual ya hice referencia y advertencia de NO APLICARLA! Es por eso que algunos países han adoptado leyes que prohíben rotundamente la aplicación del castigo físico como método de formación a manera de prevención.

En Esta fotografía  la vara de la corrección.



En la adolescencia, la disciplina es diferente. Tengo que contarles un poco acerca de mi experiencia con mi hijo adolescente de 16 años, David.  Con él aplicamos este tipo de disciplina y tengo que decirles que hay un vínculo de respeto y admiración de parte y parte. Recuerdo que de niño en ocasiones en las que actuaba mal o contestaba con groserías, lo llamaba con tranquilidad y al acercarse le decía alcanza la “la varita de la corrección” y me la traes, y el mismo iba por ella solo me decía “no me pegues muy duro papi” y así lo hacía. Luego dialogamos y me abrazaba. Puedo decir que la formación no ha sido perfecta, fallamos en algunos aspectos de su vida, pero en términos generales es un adolescente obediente, que sigue instrucciones, amoroso y respetuoso, que trata con respeto a las mujeres y reconoce la autoridad. 


Aquí doy algunos principios para aplicar la disciplina y formar el carácter de un adolescente:

Asegúrese de que el joven reconozca a Dios como Suprema Autoridad

Le debe quedar claro al joven que la corrección es responsabilidad de los padres, pero Dios es la suprema autoridad; el padre no es la máxima autoridad en su vida. Si el joven cree que el padre es la máxima autoridad y logra engañarlo, entonces, creerá que podrá escaparse de la disciplina. Necesita reconocer que es Dios quien ve y sabe todo, es Aquél ante quien es fundamentalmente responsable.

 Dé buen ejemplo a su hijo

El padre debe dar ejemplo de obediencia a Dios. Cuando el padre es inconsistente entre lo que exige de su hijo y su forma de vida, el joven se decepciona de su padre y se torna rebelde.

No deje que sus sentimientos afecten la disciplina

Si el muchacho reconoce su desobediencia, el padre se puede ver tentado a dejar de disciplinarlo como el hijo necesita. Si un padre ama  a su hijo, su preocupación primordial es el desarrollo de las cualidades y los principios básicos que son esenciales en la vida. El hijo debe entender que la corrección es un medio esencial para desarrollar sus cualidades.

La disciplina debe sentirse

La disciplina debe darse de acuerdo con la edad del hijo; en el caso de los púberes y adolescentes, la disciplina física no es prudente ni productiva. En este caso, tiene más efecto el privarlos de algo que les gusta y les duele perderlo: un permiso a salir con amigos, dinero, el uso del teléfono, etc. Pero ante todo, se debe apelar a la razón, la cooperación y la lealtad del adolescente con su familia. De igual manera, se debe enlazar la conducta del adolescente con consecuencias deseables e indeseables, es decir, dejarlo enfrentar las consecuencias de sus actos, para que asuma responsabilidad.

Elija un lugar y momento adecuado para amonestar o disciplinar

Es conveniente no amonestar o disciplinar al adolescente delante de otras personas, pues esto lo avergüenza y confunde.

Enséñele a enfrentar las consecuencias naturales

Los hijos son disciplinados de manera efectiva, cuando tienen que experimentar las consecuencias naturales de su desobediencia. El dolor de enfrentar las consecuencias de sus actos muchas veces es suficiente para impulsar al joven a cambiar el comportamiento, la próxima vez.

Guíe a su hijo  a hacer restitución, si fuere necesario

Si otras personas fueron ofendidas, explíquele a su hijo la necesidad de pedirles perdón y de hacer la restitución debida. La disciplina no sólo produce cambio de actitud; también consigue que el joven se haga responsable de sus acciones. No sentirá paz, hasta que haya limpiado su conciencia delante de todos los que estuvieron involucrados.

Sea consistente en la disciplina

A veces los padres pueden caer en dos extremos: la disciplina fuerte y perfeccionista que deja resentimiento, o la condescendencia extrema, como ocurre en el caso de hijos muy mimados, que crecen sintiéndose “reyecitos”, con conductas caprichosas que avergüenzan a sus padres.

Estos principios son fundamentales para formar el carácter firme de un adolescente.  Son aplicables tanto para aquellos adolescentes y púberes que no fueron instruidos sobre la base de una buena disciplina como para aquellos que si.  Animo a los padres a no desfallecer en nuestro intento de hacer de nuestros hijos personas de bien, el mundo al que se enfrentan es cada vez más hostil y despiadado, pero con nuestro esfuerzo podremos construir una mejor sociedad construyendo familias  sanas.
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Por
Edgardo Buelvas Arrieta
Terapista de Familia

lunes, 12 de octubre de 2015

Adolescentes . Rebeldes con Causa

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REBELDES CON CAUSA

“Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor”
                                                                       Efesios 6:4

Uno de las consultas que más me hacen en terapia es como enfrentar la rebeldía de los adolescentes, quienes de un momento a otro pasan de ser inocentes, tiernos y obedientes a iracundos, callados y desobedientes.  Los padres acostumbrados a esperar que sus hijos atiendan sus órdenes y recomendaciones se desconciertan frente a la nueva actitud, algunos pierden la paciencia, otros más débiles ceden a todas sus pretensiones para evitar alejarlos o que se lastimen, y en la mayoría de los casos se dan por vencidos, renuncian a ellos, alejándose más y más.

En artículos anteriores he dejado claro que la formación y estructura psicológica se forjan desde la niñez, los hijos se afectan en su salud mental desde la más tierna infancia, sólo si los padres están lo suficientemente sanos mentalmente evitaran afectar la vida de sus hijos.  Los padres ausentes, ocupados, exigentes y débiles, las madres dominantes y las indulgentes, generan vacíos emocionales en sus pequeños que se hacen manifiestos en la adolescencia.  En resumen todo lo que sembramos en nuestros hijos en las niñez, lo segamos en la adolescencia.  Entonces, ¿no hay nada que hacer? Pues sí, la adolescencia es una etapa de transición entre el niño y el adulto joven, quieren ser grandes con pensamientos de niños, dejan de preguntar de dónde vengo para preguntarse a donde van, por lo tanto hay un campo abierto para lograr llenar los vacíos emocionales antes de llegue la independencia y se cierre ante esa posibilidad.

Todos los adolescentes se sienten presionados en esta etapa y es por eso que resulta tan difícil atravesarla, algunas de estas presiones son:

  • Tiene que elegir ocupación para toda la vida
  • Debe elegir y seguir sus estudios
  • Debe romper los lazos emocionales con la familia
  • Está en la edad en que puede elegir el compañero de su vida  

Estas presiones los estresan y es por eso que su humor es tan variable, como padres debemos tener claro estos interrogantes y ayudarles a resolverlos al mismo tiempo que respetamos su independencia.

Si ya se han cometido los errores y no se puede volver el tiempo atrás, debemos restaurar la relación con nuestros hijos, una de las formas que propongo es aplicando  tres formas de amor  que he aprendido a través de mi profesión, pero especialmente en mi relación con el Padre por excelencia: Dios.  

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Los tres tipos de amor:

Amor de ternura: Se refiere al tipo de amor que se manifiesta físicamente: un abrazo, un beso, una caricia, acompañada de palabras de afirmación lograran llenar el vacío de aceptación que pudo experimentar en la niñez. Si usted siempre fue así con su hijo desde que nació, no tendrá ningún problema en aceptar sus expresiones de afecto.  Pero si no es así,  no pretenda que él lo acepte de la noche a la mañana, deberá tener paciencia, ir con calma, y empezar este proceso con un momento de reconciliación, aceptando sus errores, pidiendo perdón y confesándole cuanto desea expresarle su afecto, si acepta empiece con calma un abrazo, lo toma de las manos y le dice que lo ama, más adelante un beso, evite ser meloso(a), no lo haga en lugares públicos o frente a sus amigos, no le exija reciprocidad, usted sabrá que lo ha logrado cuando, sin pedírselo, él o ella se acerque a usted para abrazarlo(a) y besarlo(a).  

Amor de disciplinas: Se refiere a las normas y reglas que deben gobernar una casa, deben establecerse desde que se empieza la vida matrimonial, hace parte del respeto que tenemos el uno hacía el otro, no confundamos los malos hábitos con las características de la personalidad, “yo soy desordenado porque soy así” es un argumento absurdo e infantil. Un mal hábito es un mal hábito y se puede corregir, y usted va a seguir siendo la persona que fue, solo que mejor. Por eso las reglas empiezan desde la pareja y se fortalecen con la llegada de los hijos. Si no estableció reglas no espere que sus hijos acaten sus órdenes. La obediencia se aprende! En la adolescencia se debe llegar a un acuerdo con los hijos, dado el caso de que no esté formado en este aspecto.  Aplicar el primer tipo de amor es fundamental para que sea más fácil aceptar el segundo, no quiere decir que no se puedan dar al mismo tiempo, sino que el proceso de reconciliación es fundamental para la manifestación de los tres tipos de amor. Establezca entonces de común acuerdo, ojala en familia, las normas de la casa, y algo muy importante, usted por ser el padre o la madre no están exentos de violarlas, recuerde que la palabra convence pero el ejemplo arrastra.


Amor en las disciplinas: la violación de una norma exige una pena que no debe sobrepasar su capacidad de aguante, se debe cumplir, esto quiere decir que no es negociable, en eso consiste la firmeza. Hay muchos padres que ceden frente a las rabietas y al dolor de sus hijos, pero si no lo hacen más adelante lo lamentaran. De este tipo de amor hablare en particular en un próximo articulo donde explico la forma en cómo se debe aplicar la disciplina a los hijos.

Sigamos estas indicaciones y estaremos dando un paso seguro para la reconciliación con nuestros hijos adolescentes, no nos demos por vencido, no renunciemos a la tarea más maravillosa recibida de la vida y de Dios: el ser padre.
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Por
Edgardo Buelvas Arrieta
Terapista de Familia 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Adolescentes - ¿Qué hace un padre bueno?

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¿QUÉ HACE UN PADRE BUENO?

“Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza”
                                                           1 Timoteo 4:12


Los adolescentes son el motivo de preocupación de los padres, algunos literalmente “tiran la toalla” y se despreocupan de ellos, dejándole todo a su suerte o a otras personas, porque simplemente ya no saben qué hacer.  Una posición más triste es la que asumen muchos padres y es la de esperar a que sus hijos cumplan la mayoría de edad para que se vayan de la casa, otros ruegan porque se case pronto, porque ya no los soportan.  Pocos son los padres que luchan incansablemente por sus hijos adolescentes, aunque equivocadamente buscan como corregir a sus hijos y en ese intento sufren, decaen, el amor hacía ellos es más fuerte y perseveran.

Entender a un adolescente no es fácil, sobre todo cuando se cree haber sido un buen padre sin serlo, cuando se manejan pensamientos equivocados respecto de la crianza de los hijos.  La teoría de los padres respecto a los métodos de crianza es que: “si a mi padre le funciono conmigo entonces también tiene que funcionar con mi hijo” pero esto no es del todo cierto, por la sencilla razón de que vivimos en tiempos diferentes, hoy nuestros hijos se forman sobre un ambiente plagado de información y desarrollan una mente más despierta y abierta. Desde pequeños perciben todas las variaciones emocionales de los padres, nuestros hijos saben cuándo estamos tristes, ansiosos, preocupados, cuando hemos discutido con la pareja, les afecta sobremanera las separaciones aunque se muestren de acuerdo y acepten la realidad de la vida.  Tienen un conocimiento suficiente para defenderse de los padres hostiles, dominar o manipular a los padres débiles, desconocer la autoridad y menos sujetarse a ella.  

¿Por qué surge este comportamiento en los adolescentes?
Evidentemente por la formación y la calidad de vida que han tenido. Padres ocupados, ausentes, exigentes, débiles, forman hijos con dificultades, el aspecto qué más les afecta es no tener claro el concepto de autoridad.  Su rebeldía radica en el desconocimiento que tienen respecto de este tema que no les permite ver ni aceptar a los padres como autoridad porque evidentemente nunca la han sido. Los padres exigen respeto a sus hijos en base a los recursos que le proveen “yo soy quien te mantengo!”, pero lo material solo suple lo material. El amor, el respeto, la admiración no se pueden comprar con dinero.  

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Entonces ¿qué hace un padre bueno?
Un padre bueno:

Comprende: Esto significa que debe dejar que sus hijos expresen sus opiniones.  Las generaciones de los 80 hacia a atrás, no teníamos forma de interpelar las observaciones y exigencias de nuestros padres, no teníamos argumentos para hacerlo, eso ayudo bastante para aceptar las exhortaciones de los padres como verdades absolutas. Y se forjo un respeto y admiración por la formación recibida. Hoy tienen muchos argumentos, saben defenderse y exigen con justicia. Hoy ya no cabe la imposición sino el diálogo y la sabiduría para ganarse su respeto y admiración.

Brinda amor. Los hijos necesitan sentirse amados, no se sienten avergonzados por las expresiones físicas de amor.  Se avergüenzan cuando intentamos mostrarles, en momentos puntuales, o frente a otras personas, expresiones de amor que nunca hemos practicado con ellos.  Eran pocos los padres de las generaciones de los 80 hacia atrás que expresaban físicamente su amor hacia sus hijos, por eso los padres de estos años son poco afectivos y sufren por ello.  

Sabe disciplinar. Ejerce la autoridad con amor, entiende que la disciplina no son solo reglas, normas y exigencias. Sino que involucran consejos, orientación, paciencia, pero lo más importante es que se muestra como ejemplo.  Si la instrucción no va seguida del ejemplo no sirve de mucho.  

Es amable. Un padre bueno utiliza las normas básicas de convivencia, pide el favor, da las gracias, saluda, se despide, etc.  Es bondadoso y sabe atender las amistades de su hijo.  Son padres que están al alcance de sus hijos porque son justos.

Tiene buen humor. Ellos esperan ver sonreír a sus padres, escucharlos hacer bromas, Aprender a controlar las emociones es una demanda necesaria en la vida de un padre. El adolescente distinguirá cuando su padre habla en serio y cuando está bromeando.

Admite sus errores.  Todos nos equivocamos, nuestros impulsos suelen ser más rápidos que nuestras mentes y de vez en cuando decimos algo que no debimos decir o tomamos una mala decisión con ellos.  Sentarse y reconocerlo delante de ellos, seguido de un acto de perdón, establecerá un vínculo de respeto y unión entre padre e hijo que nada podrá romper.

No se trata de ser los padres perfectos, difícilmente alcanzaremos ese nivel, pero es nuestro deber intentarlo, hacer nuestro mejor esfuerzo, nuestros hijos los valen, lo necesitan. Un padre bueno! sólo Dios, nuestra misión es acercarnos lo más que podamos, con ello estaremos asegurando que las futuras generaciones eduquen y formen a sus hijos con un nivel más alto de confraternidad, para que forjen una sociedad mucho más justa y equitativa. 
      
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Por
Edgardo Buelvas Arrieta

Terapista de Familia