“Si se enojan, no pequen; que
el enojo no les dure todo el día”
Efesios 4:26
A
través de las emociones exteriorizamos nuestros sentimientos, éstas son innatas,
hacen parte de nuestra naturaleza como seres humanos, no podemos evitar
enojarnos, y tampoco podemos evitar que las personas que giran a nuestro
alrededor se enojen. Las emociones y la intensidad con que se manifiestan están
ligadas al temperamento, de tal forma, que esto nos hace únicos y especiales.
Sin embargo, si no somos capaces de controlar esta emoción puede ocasionarnos
muchos problemas. Existen muchos mitos respecto de la ira, algunos piensan que
es ingobernable, y por tanto, no debería ser controlada; otros, consideran que la
manifestación de la ira, actúa como una catarsis y por tanto es liberadora. La psicóloga
Diane Tice afirma que debido a que el enfado se alimenta de una cadena de pensamientos
hostiles es susceptible de ser controlado.
Anatomía del Enfado
Dice
Goleman (1985) que es probable que la amígdala sea el principal asiento de la
ira, sobre todo esa que salta de improviso. Pero por otro lado del circuito
emocional se encuentra el neocortex que es el “cerebro” que fomenta la venganza
fría o las reacciones que sustentan la injusticia y la infidelidad (El
desquite, el ojo por ojo). La ira empieza, según Zillman, cuando nos sentimos amenazados
no sólo físicamente, sino, en nuestro ser interior, esto es, cuando nuestra autoestima
y amor propio son atacadas, por ejemplo: cuando injustamente somos atacados con
rudeza, cuando somos menospreciados, y sobre todo cuando nos frustramos porque
no podemos alcanzar nuestros objetivos. La experiencia de estas situaciones
provocan una descarga de catecolaminas que acrecientan los niveles de energía,
éstos quedan disponibles sea para el uso de la fuerza en defensa (huida) o
ataque (combate), dependiendo de lo que nuestra condición emocional asigne. Goleman
(1985), afirma que la excitación que produce el enfado puede durar horas,
incluso días, y predispone a las personas a enfadarse con celeridad una vez han
sido provocadas. Así podemos entender que los enfados súbitos se deben a la predisposición
fisicoquímica del cuerpo.
El enfado en la vida de pareja
El
ambiente matrimonial es el más susceptible a experiencias de enfado y
discusiones, Gottman (1985) considera que, cuando el rostro de la esposa
expresa contrariedad – El pariente próximo del reproche – cuatro o más veces durante
una conversación de quince minutos, es un síntoma de que la pareja se separará
en un periodo máximo de cuatro años. Aclaro que no porque se haga referencia a
la esposa sea ella la responsable de la circunstancias, si ambos provocan,
ambos son responsables.
“…piensen en todo lo verdadero,
en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo
lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en toda clase de
virtudes, en todo lo que merece alabanza.”
Filipenses
4:8
¿Pero
qué provocan los actos airados que terminan en discusión y en explosión cargado
de ira? todo empieza por un pensamiento, el pensamiento después de volverse
repetitivo, el cerebro lo convierte en verdad, y esa verdad se evidencia en
actos que al suceder una y otra vez es como si la persona quedará atada y
consecuentemente reaccionará de la misma forma. Por eso aunque los esposos
intenten resolver, inicialmente con el dialogo, terminaran ofendiéndose y agrediéndose
verbalmente. ¿Qué hacer? Pues atacar los pensamientos equivocados, para ello
debemos cambiar nuestra manera de ver las cosas. Por ejemplo, los pensamientos
negativos originan críticas destructivas que frente a una discusión se termina
atacando a la persona y no al acto mismo que originó la discordia. Goleman
(1985) los llama pensamientos tóxicos, veamos este diálogo tomado de La
Inteligencia Emocional de Daniel Goleman.
Fred: ¿Has recogido mi ropa limpia?
Ingrid: (En tono burlesco) <<Has
recogido mi ropa limpia>> Recógela tú. ¿Acaso soy tu criada?
Fred: Eso difícilmente podría ser.
Si fueras mi criada, al menos sabrías limpiar la ropa.
En
este corto diálogo podemos percibir, los tonos, las palabras hirientes y el
concepto de cómo se ven el uno del otro. Siempre que se discute y nuestra mente está
cargada de pensamientos tóxicos vamos a mantener una conversación paralela, en
la que se inicia el ataque a la persona dejando de lado el problema real el
cual es “quién recoge la ropa limpia”. Así
mientras ella dice lo expresado en el dialogo, su mente piensa “Es un egoísta desconsiderado”
y el piensa (mientras habla) “Es una inútil, que no hace nada bien”.
Así
que lo que evitaría caer en el secuestro emocional de la ira, es que cada uno
llegará al punto inicial que lo induce a categorizar al cónyuge como “egoísta” o
“inútil”. Tenemos que eliminar de nuestra mente este pensamiento tóxico,
introduciendo un pensamiento bueno o positivo de nuestro conyugue. Básicamente, si afirmamos las virtudes de nuestra
pareja y desterramos los defectos, lograríamos mejores resultados en nuestras
discusiones y en la relación.
El control de la ira y las discusiones
saludables
Le
restamos fuerza al enojo si al pensamiento que origina el enojo le salimos al
encuentro con información que pueda mitigarlo. Tendremos buenas peleas si nos
centramos en el problema y no en la persona. Si el hombre, por ejemplo, no le rehúye
a los conflictos. Y entendiera que el llamado de atención de la esposa puede
estar motivado por el amor y por el intento de mantener la fluidez y la salud
de la relación, habría un mejor entendimiento
y tolerancia a las quejas y los reproches. Tengo 17 años de estar casado con Saideth y 27
de conocerla, nuestra experiencia de vida me ha llevado a entender, que siendo
ella de temperamento colérico, necesita expresar lo que siente, sólo desea ser
escuchada, y después de descargar y conversar se siente libre, así nuestra
relación de pareja ha continuado sin
mayores dificultades. También, he entendido que nuestro enojo no debe superar
las 24 horas, y necesitamos aclarar nuestras diferencias antes que finalice el
día para no ser presa de nuestras frustraciones y terminemos siendo hostiles entre
nosotros o con nuestro hijo.
Las
parejas que aprenden a controlar la ira, se vuelven estables y libres de
expresar abiertamente sus puntos de vista, en este sentido también debemos
desarrollar la capacidad de saber escuchar y esto se logra eliminando el
dialogo paralelo que va a intentar sabotear la conversación. Escuchar atentamente al cónyuge evitará que
esto suceda. Frente a cualquier diferencia
debemos buscar las vías que nos lleven a solucionar, no podemos esquivar o
saltarnos las desavenencias, porque en algún momento saltaran al ruedo para
hacer daño, la mayoría de las veces, casi irreparables.
NUEVO DOMINIO TERAPIA DE FAMILIA
Por
Edgardo Buelvas Arrieta
Terapista
de Familia
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